martes, 7 de junio de 2011

Hay tantos placeres que no tienen precio

Hay tantas cosas que no hacemos simplemente porque no se nos ocurren y en cambio hacemos casi todo lo que por rutina nos obligamos .Vemos las noticias, leemos el diario ,ordenamos las cosas que ya estaban ordenadas y dejamos de conversar, reir, caminar, mirar atardeceres o celebrar la luna nueva.
¿Porqué? Nadie nos obliga ,simplemente lo hacemos por inercia.
Hace 20 años que habito la montaña y recién hace unos meses salí de mi letargo y corrí a conocerla. A caminar el otoño de caminos crugientes, a escuchar la melodía que me susurra el río mientras hace brotar espuma al acariciar las rocas. Saludar a las parras que trepan libres los quillayes y ofrecen el banquete de sus postreros frutos a los alborotados tordos, contemplar una
a lluvia dorada que una brisa me brinda al borde del arroyo,cuando desnuda los robles de pequeñas hojas amarillas.
Ya no leo El MERCURIO que me mantuvo informada tanto tiempo, pero me entero del quehacer del viejo jardinero que cuenta de sus flores, de la señora que amasa en su casita humeante, de la profesora que adora la clase que le tocó este año y que baja conmigo a veces la montaña.Y he encontrado que estas noticias tienen que ver conmigo y me interesan . Más que la guerra de algún país lejano o el matrimonio de un príncipe de cuento de hadas .
Tal vez tanto aire puro me tiene emborrachada

1 comentario:

  1. Quien pudiera compartirlo todo, ese aire, esos caminos, ese cielo, esa montaña mágica que te habita y donde habitas.... Y olvidarme del mundanal ruido. Gracias por tus visitas a mi blog de palabras y silencios, querida amiga.
    Fuerte abrazo.

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